La estación espía de

La estación internacional de Canfranc, inaugurada en 1928, se convirtió en un enclave estratégico para las redes de espionaje aliadas durante la Segunda Guerra Mundial. Por esta frontera del Pirineo Aragonés pasaron los mensajes codificados de la Resistencia francesa y de los agentes del Servicio de Inteligencia británico que fueron decisivos para impulsar la guerra contra los alemanes. Hasta noviembre de 1942, el escenario francés de Canfranc estuvo libre de los nazis porque se encontraba en la zona no ocupada. Por ello, la Embajada británica en España eligió el paso de Aragón para difundir información y gente, ya que Irún estaba cerrado con la ocupación alemana. Una organización formada por 30 personas (entre franceses, vascos y aragoneses, muchos de ellos de ideología derechista) al mando de militantes franceses de partido monárquico, establecía una conexión semanal de trenes entre Canfranc, Zaragoza y San Sebastián para recibir los mensajes. al consulado inglés en la capital donostiarra, que los enviaba a Madrid en valija diplomática todos los lunes. La dictadura franquista rompió esta red, que proporcionaba informes militares vitales sobre las tropas alemanas en Francia, las tropas españolas y el tráfico de mercancías estratégicas por Canfranc. Sus 30 miembros fueron juzgados y condenados por un Tribunal Especial contra el Espionaje en 1943. La estación de espionaje es un relato extraído de una investigación histórica en la que se entrelaza la búsqueda de los descendientes de esos espías con el rescate o preservación de la memoria histórica. de la época dorada de Canfranc. El magnífico edificio moderno de la estación ahora está casi en ruinas, luego de que Francia cerrara el cruce ferroviario internacional en 1970. La frontera que salvó a Europa hoy es un dinosaurio dormido donde los arqueólogos descubren piezas desconocidas de la historia moderna. Ramón Javier Campo (Huesca, 1963) es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y Máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid-El País. Colaboró ​​en El País y El Nuevo Lunes. Desde 1991 trabaja como redactor en Heraldo de Aragón, con especial dedicación a la información de Defensa e Interior. Publicó El oro de Canfranc (Premio Asociación de la Prensa de Aragón 2001, Premio Pirineo de Periodismo del Gobierno de Andorra 2002, Premio Nacional de Periodismo Digital José Manuel Porquet 2002 y Mención Especial Premio Rodolfo Walsh en la Semana Negra de Gijón 2003) y, en Ediciones Península, Yak- 42 , honra y verdad.